PASAJES DE MI VIDA TRES
El Bullyng (Bullyng: significa acoso en holandés y en Suecia se tomo como acoso escolar), es un acoso entre pares, y lo viví personalmente en la primaria. ¡Siiii hace muchísimos años! Y con el tiempo, me di cuenta, que eso existe: por una inseguridad personal adquirida, que te lleva a ser maltratado y vivir en el silencio. Que directa, o indirectamente, tiene sus inicios en el ambiente, familiar. O en la personalidad familiar. Hay familias que se acostumbran a vivir el maltrato en silencio, y por consecuencia, forman hijos o hijas, que en la escuela, viven un maltrato, en su propio silencio.
PASAJES DE MI VIDA TRES
EL ORIGEN DE MI INSEGURIDA, Y EL MALTRATO O BULLYNGS.
En mi caso, siento que fueron varios los factores que me hicieron introvertido e inseguro en mi niñez. Por un lado, el rechazo y sufrimiento, por mi enfermedad; por el otro, mi estatura, Chaparrito y chiquito; y por último, la personalidad sumisa y bondadosa de mí querida madre. Una niña de provincia que llega a una ciudad, que se casa, casi niña, y que al tener muchos hijos, los ama y los cuida, pero por su misma juventud de madre, no sabe cómo enfrentar, con seguridad, las adversidades de la vida, en este caso, mi enfermedad y a tantos hijos. Por eso prefería, que yo anduviera en la calle, porque no sabía cómo defender lo injusto, de algunos vecinos y familiares, hacia conmigo, que me hicieron sufrir más, con sus rechazos, que la misma enfermedad. Yo vi a mi madre llorar muchas veces en silencio. Es indescriptible para un niño vivir esa emoción, que yo sentí y adquirí, como propia. ¡El silencio ante el abuso y lo injusto! ¡La soledad y el apartamiento ante el desprecio! ¡El llanto silencioso ante la burla, la ofensa y el dolor! ¡El menos precio y la comparación ante los demás! ¡El nada en un todo! ¡Y la incomprensible búsqueda de un refugio en la soledad y el silencio! Eso; marco parte de mi vida, porque inicie mi crecimiento, con una marcada inseguridad personal. Porque quiero decirte, que cuando se sufre mucho. Llegas a sentir, que cuando te maltratan, es algo natural, y que de alguna manera lo mereces, sin ser así. . Ahora me entiendes, ¿por qué me llegue a encariñar con la güerita? Te digo que cuando me tocaba, ¡me encantaba de a deberás! ¡Y eso era lo máximo para mí! ¡Ahhh…, pero me quede en que…! ¿En que me quedé? ¡Ah! Que cuando mi papá se enteró de mi gran amistad con la güerita- ¿Sabes que hizo mi papá?.....
Se puso muy contento. La güerita, también le cayó muy bien. Como que sentía mi seguridad, cada vez que me veía jugando con ella. Pero de la gloría, tenía que pasar a la pesadilla. ¿Sabes por qué? Porque tenía que ir a la escuela primaria. A pesar de que iba a la misma escuela, donde estaba mi hermano mayor. Me daba mucho miedo y me hice más tímido. Tenía temor para enfrentar a los niños de la escuela, porque en ese tiempo se volvieron a manifestar mis problemas de salud. Me salió una bola de agua, como ampolla infectada, en la parte posterior de mi talón derecho. Que me fue creciendo, y ya no me entraba mi zapato. Había veces en que no podía caminar, y mi pobre hermano me tenía que llevar cargando. Era tan molesta y tan grande, que mi abuelo, al ver lo que sufría, le hizo un agujero en la parte de atrás a mí zapato. A mí me daba mucha vergüenza salir así a la calle. Y así me iba a la escuela. Fíjate que todavía percibo el dolor. Porque me acorde: que había un niño, cuya imagen tengo bien presente. Ese niño, intencionalmente, se ponía atrás de mí, en la formación. Y cada vez que quería, con sus zapatos de punta, me iba pegando en la mera bola del pie. ¡Me lastimaba mucho! Yo solo volteaba, y le miraba con temor; con mis ojos llorosos por el dolor, como pidiéndole que ya no lo hiciera. El solo se reía malévolamente y lo seguía haciendo. Así; también en la escuela, aprendí a llorar en silencio. Cuando ese niño me lastimaba, me hacía sentir abandonado por todos (nuevamente mis ojos se llenan de lágrimas de ese recuerdo), porque de los que veían lo que me hacía, ¡nadie decía nada!, y yo ¡a nadie le decía nada!, porque todos me veían con cierto desprecio, por lo que tenía en el pie. ¡Solo yo sabía lo que me dolía! Y pasaba, de mi dolor a mi silencio. Y cada día era lo mismo con ese niño. No sé por qué, pero yo sentía que ese niño gozaba con hacerme sufrir. Por eso; cada día, esperaba con ansias la hora de salida de la escuela, para juntarme con mis amigos de la calle. Con ellos empecé a aprender una nueva forma de ser. De defenderme y de hablar. Pero en la escuela se me dificultaba. Ahí seguía el silencio, y el mismo martirio de cada día. En una ocasión, el niño que me lastimaba, lo volvió a hacer. En ese momento me acorde que mi padre decía, que yo era muy inteligente. ¡Y me la creí! ¿Sabes que hice…? ¡Taaan, tan tan. Taaaaan…! (De suspenso). En la próxima te la cuento. ¡Sale, pues?
¡Tú vales…, mucho!
Ser Sembrador
